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7 de octubre de 2013

Crónica Negra: Perros calientes ensangrentados


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“El del auto salió esmachetado y los dos jóvenes sospechosos también corrieron, pero ya estaban heridos y quedaron tendidos a varios metros"

Wilmer Poleo / Últimas Noticias

Tres perros, uno sin mostaza, otro sin cebolla y el otro con todo. Dale una Pepsi al señor y una colita para la señorita. Hacen falta papitas, Raúl, y saca el pollo de la cava. Hay que meter más refrescos. Una hamburguesa especial sin aguacate. ¿La suya es con todo? ¿Para llevar o para comer aquí? Démele una sevenup al pana motorizado y una colita para el niño.

No te montes allí, chamo, que a ese banquito le falta una pata. Sí, mamita, ya van a salir las tuyas, ten un poquitín de paciencia. Saca más servilletas, Raúl. Se está acabando la lechuga y solo quedan cuatro chorizos y como tres chuletas, saca todo y mételo en la otra cava. Tráete otro cartón de huevos de la camioneta. Salen dos especiales con todo. ¿Las tuyas son de pollo, me dijiste? Otros tres perros para comer aquí, uno sin mostaza, el otro sin cebolla y uno con todo.

Hey, mi pana, moscatel con la moto, deberías ponerla mejor para este lado. Te dije que sacaras servilletas. Ojalá no vuelva a llover porque aquí en Guatire, cuando llueve, la cosa se pone fea. Salen dos hamburguesas con todo para la señora y dos perros sin cebolla para los chamitos, Muévela, Raúl. Anda, gordo, tráete las salsas que están en la camioneta. Hay que cambiar la bolsa de la basura, Efraín, y recoge los papeles que se cayeron al piso, que esa vaina da mal aspecto. Ya va, mi reina, ten un poco de paciencia. Sale otra Pepsi.

La noche estaba fresca porque había llovido durante casi toda la tarde en Guatire y en Guarenas también. Había no menos de 20 personas frente al puesto de perros calientes ubicado cerca del Conjunto Residencial Las Mesetas, en La Rosa. Los clientes habían aparcado sus vehículos o motocicletas a un costado de la vía.

Algunos ya habían sido despachados y otros esperaban su turno y mientras tanto miraban la televisión. Era jueves y ya habían pasado las ocho de la noche, pero había bastante gente en la calle.

Ya cuando iba cerca del colegio Pacairigua, el uniformado se percató de la presencia sospechosa de los dos jóvenes, quienes no debían llegar a los 25 años, pues miraban para todos lados, como nerviosos. "Esos como que andan en una vaina", se dijo. Y siguió caminando, pero alerta ante cada movimiento de la pareja, pues en los últimos días habían ocurrido varios asaltos por los alrededores.

Luego se percató de que un tercer hombre estaba a bordo de un vehículo Sierra gris un poco más adelante. "Ese negrito anda con ellos, creo que van a asaltar al perrocalentero", pensó.

Pudo hacerse el loco y haber seguido de largo, pues, total, él no iba a comer perros calientes y además no estaba de servicio, acababa de entregar su guardia. Pero pensó: "Esos pobres muchachos toda la noche echándole un camión y trabajan más de doce horas diarias y hasta los sábados y los domingos. No es justo. Además, yo lo que soy es policía y me metí en esto porque me gusta mi profesión", y quizás por eso decidió acercarse para verificar qué era lo que pasaba.

Pensó que, total, si estaba equivocado y no eran ningunos malandros, continuaría camino a su casa, donde todavía lo debían estar esperando despiertos su esposa y sus muchachos, porque apenas eran las ocho y media de la noche.

Ellos no vieron cuando él se les acercó por detrás, pero el que estaba en el Sierra sí. "Hey, levántense la camisa, cuidadito con las manos, poco a poco", dijo, con la pistola en la mano. Pero en eso el del carro disparó y los dos muchachos sacaron sus armas y de pronto había un gentío echando tiros como locos. El del auto salió esmachetado y los dos jóvenes sospechosos también corrieron, pero ya estaban heridos y quedaron tendidos a varios metros del carrito perrocalentero.

Uno todavía se movía y alguien dijo que había que llevarlo al hospital. El policía recibió cinco balazos, pero afortunadamente ninguno fue de gravedad y solo quedó como atolondrado, pues tres de los pedazos de plomo se estrellaron contra su chaleco antibalas, otro le dio en un brazo y el quinto le pasó rozando el maxilar.

Una menor, como de 13 años, y otra muchacha también resultaron heridas, pero dicen que la jovencita agarró el radio del policía y comenzó a apretar botones como loca, hasta que el uniformado sacó un poquito de fuerzas y le explicó cómo era y ella logró comunicarse con el comando, explicó lo que había pasado y pidió refuerzos.

Fueron los agentes policiales que llegaron los que se encargaron de trasladar a los dos muchachos heridos hasta un CDI cercano, pero al ratico murieron. Se dijo que eran primos y que uno de ellos, de nombre Juan Manuel, había caído preso por un secuestro y que cuando estaba más joven habría querido ser policía, pero era mala conducta y por su mala conducta lo expulsaron de las academias de la Polinacional y de Polizamora, cuerpo al que pertenecía el policía que lo abatió.

Después se supo que el que había logrado escapar en el Sierra fue capturado poco después en la bajada que conecta La Rosa con Valle Arriba. Un policía dijo que se llamaba Giovanny Pimentel y que esa banda se dedicaba a robar carros y motos por la zona.

La noticia de la plomazón se regó como pólvora y al sitio comenzaron a llegar familiares y amigos de los dos muchachos abatidos. "Yo sabía que iban a terminar así, nunca quisieron hacer caso", dijo una muchacha que lloriqueaba junto con otra. "Da vaina con la mamá, que debe estar toda destrozada. Esos chamos nunca tuvieron apoyo de nadie, alguien que les diera un buen consejo y se criaron prácticamente a coñazos, dando tumbos", dijo la joven y continuó llorando.


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