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3 de octubre de 2016

Karla Osuna se arrepiente de su relación con narcotraficante: "Las personas no van por la vida preguntando cómo te ganas tu dinero"


La modelo enfrenta un proceso penal desde el 2012, cuando fue detenida junto a su novio. En el procedimiento se incautó 200 kilos de cocaína. Hoy, enfrenta sola un juicio y la etiqueta de “narcomodelo”. Por primera vez habla y se declara inocente. Confía en Dios.

Sabrina Machado / Panorama

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  • Por primera vez en cuatro años decide romper el silencio. Aún la altera el exponerse al escarnio público —aunque lo niegue y trata que no la afecte—. Está consciente que la etiqueta de “narcomodelo” la acompañará por un tiempo más, aunque rechaza su uso mediático, pero “allá ellos y su criterio”. Karla Osuna aún tiene una espada de Damocles sobre su cabeza. El proceso judicial que comenzó en el 2012, al lado de quien era su novio, no ha culminado: ni la absolución ni la sentencia han llegado para colocar punto y final a una historia que comenzó en un hotel capitalino y tiene como protagonista a 200 kilos de cocaína.

    El camino que empezó siendo de tres ahora la tiene a ella como única implicada. El 30 de noviembre del 2012 Emiliano Zapata, novio de la modelo, huyó de la Penitenciaría General de Venezuela en compañía de su socio, Eddy Blanco. Más nunca supo de él. Hasta ese momento compartieron abogado y comunicaciones. Las presentaciones a tribunales, las audiencias, los señalamientos solo tienen una sola dueña.

    “Me hizo la vida imposible, porque después que ellos se fueron todo me cayó encima a mí. Después más nunca nada. No le guardo rencor. En estos momentos, en verdad, no me importa si ellos están presos o no. Ni me afecta, ni me va a beneficiar, ni me va a perjudicar. Lo único que me importa es salir yo, terminar con todo esto y no me importa qué pueda pasar con todo ese gentío”, afirma Osuna, quien tiene ya dos años metida en un juicio que no llega a su final, por los delitos de tráfico de sustancias estupefacientes y psicotrópicas, en la modalidad de ocultamiento, y de asociación para delinquir, en calidad de cómplice.

    Por primera vez acepta dar su versión de los hechos, sin importar la repercusión en la audiencia. Desde que logró su libertad condicional, hace ya más de dos años, se mantiene casi a escondidas. Atrás quedaron sus sueños televisivos, proyectos de modelaje. Ahora solo constituyen un punto y aparte en su vida, esperando por un pronto retorno, mientras se carga de la seguridad que necesita para volver a salir al ruedo y llega la decisión final del tribunal. La mujer reniega de la versión oficial y reitera su inocencia.

    Recuerda con gusto que vivía uno de los mejores momentos de su vida. Con 21 años era imagen de una empresa de bebidas alcohólicas y la moderadora del programa En Pelotas, de Intercable. “Estaba demasiado feliz, hacía lo que me gustaba. Acababa de firmar contrato de imagen con una bebida de licor, en vallas publicitarias, era mi primer contrato grande. Ese jueves 20 de septiembre estuve todo el día trabajando. Ya a las 10:00 pm estaba viviendo tremenda pesadilla y tu vida es un caos”, afirma con un dejo de nostalgia.

    La joven de 24 años jura y perjura ser inocente; sin embargo, no está dispuesta a andar por la vida dándole explicaciones a todo aquel que se crea con el derecho de pedírselas. Le basta con decir: “Solo Dios y yo sabemos que soy inocente”. Aquello del que calla otorga también le resbala. En estos cuatro años ha tenido que hacerse de cierta piel de cocodrilo para seguir adelante. Le fastidian los impertinentes y los que se creen con la fuerza moral para juzgar a Raimundo y todo el mundo.

    Los ataques han venido desde diferentes frentes, amigos, conocidos e incluso en el ámbito universitario, donde cursa el 9° semestre de comunicación social, en la Universidad Santa María. En este centro un grupo de estudiantes intentaron boicotear su regreso a la casa de estudios por no considerarla una persona digna y modelo para las generaciones más jóvenes. “Aquí todo el mundo es juez”, dice, quien se niega a verse como víctima, pero ya está cansada también de ser la procesada.

    ¿Cómo te ha afectado la etiqueta de narcomodelo?

    Antes me afectada, al principio. Yo hice muchas cosas, yo estaba trabajando duro por lo que yo quería, y pocas personas me reconocieron eso. Bastó y sobró que alguien dijera que ella hizo algo malo para que todo el mundo me cayera encima. La televisión, los periódicos y hasta muchos amigos, gente del medio. ¿Cómo me van a tildar de algo que no soy?, agarran todo por juego.

    ¿Qué estás haciendo para borrar esa imagen?

    Me han ofrecido varios trabajos. Esta es la primera entrevista que doy. Todo el mundo me ha llamado. No lo hacía porque sabía que la gente iba a seguir con la cuestión. A veces me afectan los comentarios, hay veces que no. Hice unas fotos y ya empezaron a hablar sin ni siquiera salir las fotografías. Voy poco a poco para que la gente no empiece.

    —Hay quienes aseguran que a las niñas bonitas les encanta vivir vida de lujos sin medir los riesgos, ¿fue ese tu caso?

    —Nosotros comenzamos a tener una relación, de la cual hoy me arrepiento. No salí con él por el yate o por el carro que él tenía, al final yo trabajaba y me podía comprar mis cosas. A veces pienso: ‘Si yo hubiera hecho algo malo, bueno, bastante que me lo disfruté, bastante que todo y ahora estoy pagando, pero no es así. No era que él me mantenía y yo tenía millones y millones y vivía en una súper casa, nada de eso.’”.

    —¿Sabías quién era Emiliano Zapata?

    —No sabía por todo por lo que lo estaban buscando. Él era mi novio, la persona con la que yo estaba. Lo conocí por una amiga. Él estaba casado, nos veíamos cuando él podía. Las personas no van por la vida preguntando cómo te ganas tu dinero, de dónde sacaste ese carro. Él tenía una constructora y era real, le habían dado unas obras en Maturín, yo fui, estaba remodelando unos colegios. Tenía todo para que jamás pensarás este tipo hace algo malo, ¿por qué iba a dudar de él? Ahorita aprendí que no debo meter las manos en el fuego por nadie.

    Osuna se encontraba con Zapata al momento que fueron sorprendidos por un numeroso grupo de funcionarios del Cicpc en el hotel Montaña Suites, ubicado al lado de su casa de estudios, en Caracas. Ella desmiente categóricamente que hayan sido detenidos en una posada en Higuerote, como indica la versión oficial. De Caracas fueron trasladados hasta Higuerote, en Miranda. En un primer momento los investigadores le dijeron que investigaban un secuestro que involucraba a Zapata. Al día siguiente le dieron la versión de los 200 kilos encontrados en un vehículo del hombre.

    A ella le informaron que se la llevaban detenida casi que por trámite, ya que los testigos indicaron que Zapata estaba acompañado por una mujer al momento de su captura. Jamás pensó que sería privada de libertad, involucrada en un caso de tráfico de drogas. Hoy se encuentra arrepentida de haberse involucrado con Emiliano y solo espera que la pesadilla llegue a su final.

    El Inof y la cárcel de máxima seguridad de Coro se convirtieron en su calvario por más de año y medio. Los primeros 13 meses los pasó encerrada en su celda, sin tener contacto con nadie que no fuera su familia, en los días de visita, confinada. Los peores momentos los vivió en Coro, donde consiguió consuelo de los pranes más peligrosos del penal, entre ellos el mismo Oriente, quien lideró la toma del internado judicial de El Rodeo en el 2011. “Éramos como 17 hombres y yo, cada uno en su celda. Conmigo fueron hombres súper respetuosos. Ellos pudieron haber matado, secuestrado, tendrán sus cuentas pendientes con Dios, pero conmigo se portaron bien. Eran los que me escuchaban llorando y me decían cálmate, no llores, cuando me daban esos ataques en los que me sentía que me estaba volviendo loca. Ellos eran los que me calmaban”, dice Osuna con lágrimas en los ojos al recordar los duros momentos que hizo vivir a su mamá. De la experiencia en la cárcel solo recuerda su dureza, la tristeza que se vive puertas adentro y los ojos de su madre y hermana llenos de lágrimas. Con 24 años afronta la incertidumbre de una decisión tribunalicia, disfruta de una niña de año y medio y procura rehacer su vida, la misma que quedó aquella noche en el hotel Montaña Suites.

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