La emergencia del ambulatorio El Silencio la colapsaron los familiares y los policías. Se les veía desplazarse del centro asistencial hasta a la calle 167, en el sector Dalía Fernández, municipio San Francisco, donde atacaron a la oficial y a sus descendientes.
Los cantos de una iglesia, que está al frente del establecimiento, se confundía con los murmuros de los averiguadores y los autos que disminuían la velocidad para ver la escena. La silla roja de plástico se partió, los trozos se esparcieron por todo el patio. Los detectives recolectaban evidencia, mientras los vecinos comentaban al ver el charco de sangre "toda madre da la vida por su hijo, pero ese muchacho qué hacía con una tablet en las manos", se escuchaba entre la multitud.
María Muñoz recordó que hoy no vio a su sobrina pasar en la mañana. Una llamada interrumpió su relato, al contestar las lágrimas rodaron por su rostro, le decía a la otra persona que "asesinaron a Lisbeth cuando se resistió a un robo".
Al colgar, recobró fuerza y continuó, explicó que la oficial salía todos los días de su casa a las 5.30 de la mañana, en la calle 171B del barrio Blanquita de Pérez, hasta el ambulatorio. Allí esperaba el bus de Circunvalación 1 para ir al trabajo. "Siempre iba con Ángelo".
Esa mañana la acompañaba su hija, de ocho años. Los compañeros de trabajo en la prefectura Cacique Mara, le partirían una torta para celebrar que hace tres días cumplió años. "La hija dijo a sus tíos que ella le decía que tenía un presentimiento, cuando caminaban al ambulatorio vio que los motorizados los perseguían".
Acoso
La pequeña presenció el asesinato, dos ladrones con rasgos indígenas encapuchados los siguieron por las calles de la parroquia Domitilia Flores, hasta que llegaron a desayunar, no pasó mucho tiempo cuando los homicidas los sometieron y exigieron la tablet a Ángelo, el joven se resistió y su mamá lo defendió. Uno de los asaltantes disparó tres veces. Una bala alcanzó el rostro de Parra y otra bala le atravesó el pecho al muchacho.
La pequeña contó a sus tíos cómo su hermano herido cargó a su mamá inconsciente con ayuda de los vecinos para llevarla hasta el ambulatorio. La funcionaria ingresó sin signos vitales.
Al muchacho lo trasladaron en una patrulla hasta el Hospital Manuel Noriega Trigo, allí los médicos dijeron que no tenían los insumos para atenderlo, la emergencia estaba colapsada.
En un carro particular, tres enfermeros sostenían las soluciones que los familiares habían costeado, mientras pasaban al muchacho de la camilla al asiento trasero del auto. Lo llevaron al General del Sur donde lograron estabilizarlo. Determinaron que la bala penetró su hombro y logró salir de su cuerpo, pero un coágulo de sangre se alojó en sus pulmones y debía estar bajo cuidado.
La Policía científica llegó al lugar para recolectar evidencia mientras la mancomunidad policial buscaba a los homicidas. A los dueños del local se los llevaron los detectives para interrogarlos. Un supervisor de Polimaracaibo informó que hasta ahora solo manejan como móvil una resistencia al robo.
El polvo invadía las carreteras con cada patrulla. Las sirenas sorprendían a los curiosos. Oficiales motorizados patrullaban cada una de las calles en todo el sector, a cada posible sospechoso lo detenían y requisaban.
Madre trabajadora
Los vecinos del barrio Blanquita de Pérez describieron a Lisbeth Parra como "la mujer más humilde que podía existir".
José Vargas, esposo de la oficial, recibió la noticia cuando estaba en el trabajo. Esperaba en la casa a que la funeraria llevara el cuerpo para su funeral. Explicó que Ángelo aún no sabe que su madre murió. "Nadie le dijo debido a su condición".
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Lisbeth del Carmen Parra Muñoz. 39. Tenía 12 años en el cuerpo policial como funcionaria administrativa. Dejó tres hijos.
Leyenda 1. A Ángelo Urdaneta lo trasladaron en un carro particular por falta de ambulancias en los centros hospitalarios.
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